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Trastornos de conducta

Los trastornos disruptivos del control de impulsos y de la conducta, son aquellos en los que el niño sufre un déficit de autocontrol y de gestión de las emociones, que se traduce en conductas agresivas o disruptivas que hacen que tenga conflictos con los demás o que vulnere sus derechos. Estos trastornos son más frecuentes en el sexo masculino, y tienden a tener consecuencias graves en la adaptación del niño a los diversos entornos (escuela, familia, grupo de iguales); así mismo, muchos de ellos se han asociado al trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH).  A continuación veamos los diferentes trastornos que se engloban en esta sintomatología, y en qué se diferencian entre sí.

Trastorno negativista desafiante:
El trastorno negativista desafiante supone un patrón de comportamiento de conductas de enfado, irritabilidad, desafiantes o de agresividad. Se caracteriza por lo tanto por la aparición de discusiones frecuentes, conflictos con los demás, escaso control de impulsos, susceptibilidad, resentimiento, y desafíos a figuras de autoridad. Dentro de este patrón de conducta, son frecuentes las provocaciones, la vulneración de las normas, y la escasa conciencia de responsabilidad sobre las consecuencias de sus actos; es frecuente que a menudo, el niño culpe a los demás de lo que le sucede o de por qué se comporta de ese modo. Para que podamos hablar de un trastorno negativista desafiante (TND) estas conductas deben ser estables y sostenidas a lo largo del tiempo, teniendo lugar por lo menos una vez a la semana durante más de seis meses. Deben descartarse otros factores que puedan contribuir a la irritabilidad, y que sean sintomáticos de otros problemas puntuales. Si los síntomas aparecen durante un periodo pero no se habían observado con anterioridad, no podemos hablar de un trastorno negativista desafiante. Del mismo modo, se deben descartar otros trastornos que puedan simular esta sintomatología. En este sentido, un psicólogo podrá asesorar a los padres sobre la evaluación pertinente, que deberá tener lugar tanto con el menor, para evaluar otros posibles diagnósticos, como con los padres, para determinar las situaciones en las que se producen las conductas agresivas, así como su frecuencia y su intensidad. Del mismo modo, el tratamiento del TND es esencial la colaboración de la familia para instaurar pautas en casa que modifiquen la dinámica de convivencia actual. Este trastorno puede estar acotado a un solo entorno (por ejemplo, el familiar), o encontrarse generalizado a más entornos (conflictos con profesores, amigos, compañeros de clase), por lo que la intervención puede ser necesaria en más de un contexto. En este sentido, el psicólogo puede coordinarse con otros profesionales que intervienen con el menor, especialmente con los profesores de su centro educativo, para aportarles herramientas y pautas para gestionar situaciones de conflicto. Por otro lado, el tratamiento individual con el menor es esencial para modificar estas conductas que mantienen la agresividad y con ello este problema.

Trastorno explosivo intermitente:
El trastorno explosivo intermitente (TEI) es un patrón de reacciones agresivas desproporcionadas, sin un motivo en concreto que las haya desencadenado. El TEI se caracteriza por arrebatos frecuentes, con una notable falta de impulsos, manifestada a través de agresiones verbales, pataletas, berrinches, rabietas, o agresiones físicas (contra personas o animales) con una frecuencia de al menos dos veces por semana durante un periodo superior a los tres meses. Estos arrebatos se producen sin previo aviso, de forma súbita, no son intencionados ni premeditados, sino que están provocados por la ira y no persiguen ningún propósito concreto. Además, son desproporcionados y tienen un impacto negativo sobre el entorno del menor, afectando a su adaptación social, familiar o académica.

Trastorno de la conducta:
El trastorno de la conducta se refiere a un patrón de comportamiento donde no se respetan los derechos de los demás, o las reglas básicas de la sociedad. En este sentido, existen un grupo de criterios que consisten en la ocurrencia de agresiones y conductas destructivas hacia otros o sus propiedades. Este tipo de conductas engloban agresiones, peleas, acoso o intimidaciones, robos, destrucción de objetos ajenos, engaños, vulneración de las normas domésticas (horarios de vuelta a casa, castigos, prohibiciones), fugas de casa o del centro escolar, y otras conductas destructivas. Para hablar de un trastorno de conducta, se debe evaluar cuidadosamente la no existencia de otros problemas que puedan simular este trastorno: además, deben darse un cierto número de estas conductas durante un periodo de al menos seis meses, y éstas deben de haberse iniciado con anterioridad a los 13 años. Es frecuente que dentro de este perfil, nos encontremos con ausencia de empatía hacia los demás, o emociones prosociales limitadas. Por lo tanto, hay una falta de remordimientos o sensaciones de culpabilidad en el menor. También son frecuentes la ausencia de expresión de sentimientos positivos, y en ocasiones, son expresados con para obtener beneficios a través de manipular a otros.